Ángel Fernández Benéitez / Memoria del ave encanecida

Cubierta de 'Memoria del ave encanecida'
Ángel Fernández Benéitez, Memoria del ave encanecida, 78 pp.
Colección Minúscula, 7
ISBN: 978-84-945158-4-2

El prologuista de Memoria del ave encanecida, Eduardo Moga, escribe en su prólogo:

Ángel Fernández Benéitez es un autor entero y poroso, de inspiración clásica, voz serenamente articulada y relumbres naturales: su pasión por la naturaleza, contemplativa, pero también erótica, se manifiesta desde su primer hasta su último verso. Las inseguridades existenciales, entre las que la definición de la identidad, de la sustancia del ser individual, descuella con vigor, se proyectan en la descripción de un mundo asombroso y, a veces, empavorecedor.  

El libro que ahora aparece en Los Papeles de Brighton […] prolonga esta conjunción de tradiciones literarias e intereses expresivos. Los 55 grupos de cuatro cuartetas o redondillas en heptasílabos blancos que integran el poemario –hasta un total de 880 versos– funden un castellano granado, austero y, cuando conviene, arcaizante, lleno de resonancias clásicas, con otro brincador y hasta surreal, en el que trajinan metáforas puras y neologismos creacionistas, y que no rehúye lo oscuro.  

Los temas no se alejan de los que Ángel Fernández Benéitez ha devanado en sus anteriores entregas: el recuerdo y la melancolía; la soledad, compañera inevitable; el deseo de libertad, fruto del encarcelamiento existencial y aun físico; las dudas sobre la identidad, esa anguilosa desconocida; el amor, que siempre ronda, ansiado, frustrado, perdido o, más raramente, consumado; la naturaleza, que comparece en forma de pájaro, viento, árbol, cielo y fuego, espacio en el que el ser se derrama y se justifica, y la dimensión humana más próxima a ella: el agro, hecho de sombras, adobes y lentitudes; y el canto, que adquiere en este poemario un protagonismo singular, y que se describe como lo que sobrevive a todo, como lo que redime de todo. Memoria del ave encanecida es una larga exaltación de la poesía, a la vez que una sobriamente articulada reflexión sobre la vida, en la que convive cuanto oprime al poeta –asumido, no obstante, con serenidad solar– y cuanto lo impulsa a ser: a renacer. Y todo ello hilvanado en un discurso ferozmente trabado. Una dimensión colorista y musical, que se refleja en aliteraciones y sinestesias –y en ocasionales asonancias–, y apoyada en largos encabalgamientos, recorre el conjunto. 

Ángel Fernández Benéitez (Zamora, 1955) estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca y fue profesor de lengua española y literatura entre 1979 y 2013. Su labor literaria se centra fundamentalmente en la poesía; ha publicado Espirales (1980), A la orilla del júbilo (1989), Epistolio (1994), La conducta inocente (1998), El ajuar de la noche (2002), Cuaderno de otoño (2002), El sistema en la niebla (2004), La mar inmóvil (2007), Blanda le sea (2010) y Perdulario. Antología poética (1978-2013) (2015).

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Eduardo Moga comenta ‘Palabras para Ashraf’

Hace algunos meses, Juan Luis Calbarro, amigo, poeta y editor de Los Papeles de Brighton, el sello en el que aparecieron en 2014 mis Décimas de fiebre, tuvo la feliz iniciativa de publicar un libro en homenaje y que contribuyera a la liberación del poeta saudí Ashraf Fayad. Como ha explicado Juan Luis en diversos foros, Ashraf, poeta y comisario artístico, fue condenado por un tri­bunal saudí, primero, a cuatro años de prisión y, un año des­pués, a muerte, por los deli­tos de blasfemia, ateísmo y ofen­sas al Islam. Su error había sido escribir versos. Reciente­mente, gracias en parte al trabajo denodado de su familia y en parte a la enorme repulsa internacional, le ha sido conmutada la pena por la de ocho años de prisión más ochocientos latiga­zos, administrados en dieciséis series de cincuenta. Las verdaderas causas de su condena parecen ser la visión crítica de la realidad que encierra su poemario Instrucciones en el interior (2008), su posición influyente en la renovación del arte saudí y, también, que grabó y publicó imágenes de una actuación represiva por parte de la policía religiosa del régimen. Durante el proceso que lo abo­có a la muerte se había conculcado el derecho universal a la de­fensa: el juez ni siquiera había hablado con el reo. Pese a la conmutación de la pena capital impuesta inicialmente, el castigo que aún ha de soportar Ashraf es brutal: ocho años de cárcel y ochocientos latigazos. Tantos los atroces vergajazos como el hecho de que exista una policía religiosa o que se encarcele a la gente por ateísmo y ofensas a la religión, esto es, por expresar la propia opinión y el contenido de la conciencia individual, nos retrotraen de lleno a la Edad Media, que es el periodo histórico en el que el Islam se sitúa doctrinal y moralmente. Que se den situaciones así y casos como el de Ashraf —abundantes en muchos países, sobre todo en los musulmanes, aunque solo tengan eco en nuestras sociedades occidentales los que, por la personalidad y circunstancias particulares de los reos, salten a la palestra internacional— constituye una vergüenza universal y un baldón ignominioso para los propios mahometanos. Uno se pregunta, ante situaciones como esta, dónde están los musulmanes progresistas, si es que esto no es una contradicción en los términos; dónde, los que creen que la religión ha de respetar los derechos humanos y las libertades individuales; dónde, los que consideran que penas como las que ha de sufrir Ashraf degradan al género humano. Los que tanto se preocupan por que las mujeres puedan seguir tapándose como momias, o por disponer de un lugar para arrodillarse en dirección a La Meca y rezar a un dios inexistente pero cruel, harían mejor practicando la compasión e impugnando, por decencia, por dignidad, leyes como las saudíes, propias de los neanderthales (aunque es probable que los neanderthales fueran más caritativos que la Casa de Saúd).

Palabras para Ashraf

El libro pensado por Juan Luis ya existe: se titula Palabras para Ashraf: cuenta con un prólogo del propio Juan Luis Calbarro, otro de Mounir Fayad, hermano de Ashraf y una de las personas más implicadas en la lucha por su liberación, un hermoso poema de Ashraf, perteneciente a su libro Instrucciones en el interior, y las colaboraciones, en forma de poemas, relatos, artículos o pequeños ensayos, de 61 escritores españoles (y algunos hispanoamericanos), entre ellos algunos tan notables como Antonio Gamoneda, Jaime Siles, Félix de Azúa o Juan Carlos Mestre, y muchos excelentes amigos: Alfredo Gavín, Juan López-Carrillo, Jordi Doce, Marta Agudo, Juan Luis Calbarro, Kepa Murua, Luis Ingelmo, María Ángeles Pérez López, Máximo Hernández, Ramón García Mateos, Regino Mateo, Ricardo Hernández Bravo, Tomás Sánchez Santiago o Teresa Domingo Catalá, entre otros. Yo participo con dos entradas de mi blog anterior, Corónicas de Ingalaterra: «Alá no es grande», publicado el 10 de enero de 2015, y dedicado, precisamente, a Ashraf Fayad, con ocasión de los atentados yihadistas contra el parisino Charlie Hebdo; y «Si insulta a mi madre, le espera un puñetazo», aparecido nueve días más tarde, a raíz de las declaraciones del papa Francisco sobre la reacción violenta que cabía esperar si se criticaba a la Iglesia. Palabras para Ashraf, como todos los libros de Los Papeles de Brighton, se vende por Amazon, pero el producto de esa venta será destinado, íntegramente, a una ONG que actúe en pro de los derechos humanos en Arabia Saudí. Aunque nunca he incorporado mensajes publicitarios ni propuestas de compra a mi blog, creo que en este caso está justificado. Os adjunto, pues, la portada del libro y el primero de los textos con los que he colaborado en el volumen, y os indico también el enlace con Amazon, para que adquiráis tantos ejemplares como os apetezca. Yo animo a todos a hacerlo.

(En su blog Corónicas de Españia, 22 de mayo de 2016)