Santos Domínguez reseña ‘Días del indomable’

“Aún hay algo peor que creerse muy inteligente y no serlo, o peor que creerse muy guapo y no serlo. Y es creerse buen poeta, estar convencido de ello por activa y pasiva, y no serlo de ningún modo. Al contrario, ser un muermo, un paquete contra reembolso, un cazo escribiendo versos.

A veces uno se cansa ya de mentir y se dice a sí mismo que basta. Basta ya de bailarle el agua a la gente del mundillo poético. Hay que ser capaz de decir las cosas claras en este terreno tan pantanoso de la poesía. Al pan, pan, y al vino, vino.
Y si uno mismo tiene que dejar de escribir, porque sus poemas son verdad un castañazo, pues deja y ya está.

Que no pasa nada por dejar de escribir poesía. Nadie se ha muerto por eso. Uno se dedica a otra cosa en que pueda hacerlo mejor y santas pascuas. Algo habrá por ahí…”, escribe Alfredo Rodríguez en Días del indomable. Diario de un poeta (2010-2011), un dietario sin fechas que publica Los Papeles de Brighton.

Un diario intenso y lúcido, apasionado y divertido por el que desfilan maestros y amigos (José María Álvarez, Antonio Colinas, Martinez Mesanza, Miguel Ángel Velasco, Luis Alberto de Cuenca, Brines o Mestre) a los que rinden homenaje la palabra y la mirada de alguien como Alfredo Rodríguez, que se siente poeta por voluntad y por destino y ha hecho de la poesía su apasionada razón de vida como lector y como escritor, porque sabe que “la poesía o se tiene dentro -impronta indeleble- o no se tiene.”

Miguel Sánchez-Ostiz señala en su prólogo que “Días del indomable es un devocionario (laico y muy literario) porque de devociones trata: gente, momentos, libros, lugares… devociones y entusiasmos de un indomable. Poeta en marcha Alfredo Rodríguez, incansable a lo que se ve, en pos de vivir para la poesía y por ella, y por un ideal de belleza épica en una época que de épica tiene más bien poco.”

La vida y la literatura, las lecturas y los viajes, las notas de lectura y el cine. París y Venecia, la música de Albinoni y la de Héroes del silencio, Museo de cera y los Tratados de armonía, Europa y Noche más allá de la noche comparten estas páginas con las evocaciones íntimas, con las conversaciones y la experiencia paradójicamente sanadora de la enfermedad, con las reflexiones sobre la poesía o la ironía ante la cucaña de los poetas y la pequeñez del turbio mundillo literario local, igual en todas partes y superpoblado por “pretendidos poetas, escribidores de poesía doméstica y ramplona, licántropos de la literatura.

Y se indigna cuando denuncia que “lo malo de la poesía es que cualquiera -cualquier gañán- emborrona diez o doce frases juntas, más o menos conexas o, mejor, inconexas -quiero decir, que no siguen un discurso racional lógico (sí, eso vende mucho)- y ya se cree poeta. Ya se cree a sí mismo capacitado para salir ahí a la arena del circo a dar cauce a su burda emotividad y decir que es poeta y que desde siempre lo ha sido. Grandeza innata la suya. Ejem…”

Porque “las vanidades exacerbadas y ciegas, negras envidias y podredumbres del alma, los rencores y venganzas, zancadillas y sucias jugarretas campan por sus respetos entre poetas y vanos escribidores de versos que juegan a ser poetas”, afirma Alfredo Rodríguez, un poeta verdadero que conoce esas cuevas poéticas por dentro y añade desde fuera, con mirada distante y comprensiva: “Ya sabemos que la vanidad es una enfermedad profesional de los poetas […] Pero eso no es malo. Al contrario, es bueno, es normal que así sea. La vanidad es congénita al hecho de la creación poética y artística”.

No es cuestión de desmentirle. Así que dejo aquí este capítulo en el que incorpora las mías a su brillante lista de iniciales de poetas maestros y amigos cuando evoca “el nombre de un poeta amigo, ya un maestro, SD -el autor de Las provincias del frío o En un bosque extranjero– que tiene la amabilidad de enviarme una plaquette con los poemas de una lectura en Alcobendas bajo el título De la lengua al ojo. Porque los versos de SD tienen el colorido de la obra maestra. Se perciben a través de los sentidos y tienen efecto inmediato sobre la conciencia. Se lo dije el otro día a él personalmente: «qué elegancia, qué clase tienen tus poemas, amigo. Respiran hondura y pureza a partes iguales. Qué pena no tener por aquí, por esta tierra, un poeta de tu altura, para poder beber de ti desde más cerca». Con esa manera suya de concebir la poesía, esa experiencia tan intensa. Y su línea de belleza, balaustrada de oro. Empaparnos ahí bien. Sentirla bien cerca”.

(Publicado en su blog En un bosque extranjero, 23 de mayo de 2023)

Jorge Rodríguez Padrón lanza los dos primeros volúmenes de su ‘Lectura de Europa’

La editorial Los Papeles de Brighton publica los dos libros del ensayista grancanario

CANARIAS7
Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 22 de mayo 2023

Los Papeles de Brighton acaba de lanzar los volúmenes En la patria herida. Perspectivas y lecturas del Romanticismo y De una rara escritura. Rabelais. Cervantes. Sterne, del ensayista grancanario y vecino de Tres Cantos Jorge Rodríguez Padrón.

Estas dos publicaciones son las primeras de una serie de cinco que se irá completando en los próximos meses bajo el título común Lectura de Europa, centrada en la literatura que ha forjado la Europa moderna, desde el punto de vista de la literatura comparada.

En el primer volumen, Rodríguez Padrón nos ofrece una reflexión sobre el Romanticismo europeo desde la perspectiva de la Modernidad. Abre debate sobre el carácter antimoderno de los románticos españoles, retomando los argumentos de Luis Cernuda y Octavio Paz, entre otros, y su relación con los alemanes, haciendo protagonistas a los grandes poetas germanos: Goethe, Schiller, Novalis, Hölderlin.

En De una rara escritura, el ensayista canario realiza un exhaustivo análisis comparativo de las obras de François Rabelais, Miguel de Cervantes y Laurence Sterne, desde el concepto de la escritura como subversión.

Jorge Rodríguez Padrón (Las Palmas de Gran Canaria, 1943) es doctor en Filología Románica, catedrático de Literatura, periodista y profesor asociado en la Universidad Complutense (Madrid) y visitante en la ULPGC (Las Palmas) y en la Brigham Young University (Utah, USA).

Entre sus numerosos ensayos figuran: Domingo Rivero, poeta del cuerpo (1967), Octavio Paz (1976), Lectura de la poesía canaria contemporánea (1991) y el reciente Hotel Galea. Diálogos con Pedro Perdomo Acedo (con Nilo Palenzuela, 2023).

(Publicado en Canarias 7, 22 de mayo de 2023)

Jorge Rodríguez Padrón

Entrevista capotiana a Pedro Calbarro

por Toni Montesinos

Cubierta de 'Cuando el Diablo no sabe qué hacer', de Pedro Calbarro


En 1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía   que   nunca   escribió.   Lo   tituló   «Autorretrato»   (en  Los perros ladran, Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con   astucia   y   brillantez.   Aquellas   preguntas   que   sirvieron   para proclamar sus frustraciones, deseos y costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de Pedro Calbarro.

Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál elegiría?

Mar. Aquí se me presentan dos opciones. Una, el norte, más fresco y gastronómicamente más potente. Dos, el mediterráneo, más caluroso. Mejor un pueblo grande, con accesos y todas las facilidades comerciales y sanitarias (voy para mayor), pero el caso es que me gustaría tener un balconcito que mirase al mar.

¿Prefiere los animales a la gente?

Aunque he conocido animales que son muy humanos y personas que son como animales, prefiero a la gente. Pero los animales son muy importantes en mi vida.

¿Es usted cruel?

No, definitivamente no. Aunque a veces la escritura me permita “soltarme el pelo”.

¿Tiene muchos amigos?

Pocos. Con el paso del tiempo se ha ido produciendo una especie de cribado natural en el que mi círculo de amistades se ha ido reduciendo paulatinamente, pero estoy cómodo así y los que tengo los valoro mucho.

¿Qué cualidades busca en sus amigos?

Si buscamos la palabra AMISTAD en el diccionario de la RAE, esas son las cualidades.

¿Suelen decepcionarle sus amigos?

En muy pocas ocasiones, perdonado aunque no olvidado.

¿Es usted una persona sincera?

Intento serlo, aunque hay alguna vez que, por mecanismo de defensa, he soltado alguna mentira. Otra cosa es que me encanta vacilar a mi familia, bromeando.

¿Cómo prefiere ocupar su tiempo libre?

Me encanta el cine y la tecnología.

¿Qué le da más miedo?

Posiblemente una muerte larga y dolorosa.

¿Qué le escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?

La intransigencia. No transijo con ella.

Si no hubiera decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?

Pregunta complicada. Es que hago tantas cosas… Si no fuese lo que soy actualmente, posiblemente estaría metido en el mundo de los ordenadores y el diseño con ellos.

¿Practica algún tipo de ejercicio físico?

No, pero me encanta reír.

¿Sabe cocinar?

Saber no, me gusta cocinar, y procuro elaborar recetas diferentes, no limitarme al huevo frito. Pero prácticamente soy cocinero de fin de semana, cuando hay más tiempo.

Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

Me dan mucha envidia todos aquellos personajes que saben o han sabido jugar con las palabras de forma magistral. Cervantes, Quevedo… hasta Sabina (fíjate qué cambio).

¿Cuál es, en cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?

Amor, creo que en su sentido más puro engloba todas las virtudes que el ser humano puede ofrecer.

¿Y la más peligrosa?

Odio, por los mismos motivos que en la anterior pregunta, pero al contrario.

¿Alguna vez ha querido matar a alguien?

No.

¿Cuáles son sus tendencias políticas?

Es complicada la pregunta en el momento que nos encontramos. Por supuesto, los extremos los elimino por defecto. Iría de cabeza con aquel político que no mirase por sus propios intereses y que no dijese cosas diferentes de un día para otro con tal de mantenerse en el poder o trepar a puestos superiores. Difícil, ¿no?

Si pudiera ser otra cosa, ¿qué le gustaría ser?

Cualquier modificación más ambiciosa de mi pasado posiblemente habría cambiado mi presente, cosa de la que no estoy dispuesto a renunciar, así que mirando hacia el futuro, algo que me permitiese conocer más mundo y compartirlo con mi mujer.

¿Cuáles son sus vicios principales?

Me gusta disfrutar de la buena comida. Soy muy vago en casa.

¿Y sus virtudes?

No sé si es virtud o defecto, pero alguna vez me han dicho que a veces de bueno que soy, soy tonto. También soy bastante optimista.

Imagine que se está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la cabeza?

Seguramente mi mujer.

(En el blog de Toni Montesinos, Alma en las palabras, 8 de abril de 2021).

Pedro Calbarro en Zamora, en febrero de 2021

Natalia Carbajosa reseña ‘Delicada Delhy’, de Tomás Sánchez Santiago

El escritor Tomás Sánchez Santiago lleva más de dos décadas acompañando a la figura y la obra de la pintora Delhy Tejero (Toro, Zamora, 1904 – Madrid, 1968), rescatándola del olvido y alumbrando en su justa medida las zonas oscuras de una artista fascinante en la que vida y arte forman un todo indivisible y coherente, incluso en sus aparentes contradicciones. El fruto más evidente de esta investigación minuciosa y entregada vio la luz en 2004 con la publicación, por parte de Sánchez Santiago y María Dolores Vila Tejero, de los Cuadernines (editada por la Diputación de Zamora y reeditada en 2018 por la editorial Eolas), breves anotaciones a modo de diario interior que la autora escribió a lo largo de más de treinta años de carrera artística. Los seis ensayos que conforman este nuevo volumen vienen a ser una especie de notas al margen, igualmente deudoras de las investigaciones llevadas a cabo por Sánchez Santiago desde finales del siglo pasado; pruebas de un redescubrimiento que, muy acertadamente, no culmina con la atención exclusivamente a la obra pictórica, muralista, gráfica y decorativa de Delhy Tejero. De ahí que el acompañamiento del término “personalidad” a “obra” en un título ya de por sí atrayente, Delicada Delhy, no sea baladí.
        La biografía de Delhy Tejero, compañera en la academia de Bellas Artes de San Fernando de otras pintoras como Maruja Mallo y Remedios Varo, alumna de la Residencia de Señoritas de María de Maeztu y participante de la efervescencia cultural del Madrid de las vanguardias, explica en parte las causas de su invisibilidad. El choque extremo entre su severa educación castellana y la modernidad que pretendía reinventarlo todo; su absoluta entrega al arte desde muy joven; una feroz independencia acompasada por la timidez, junto al deseo de asimilar cuanto se le presentaba, la llevaron a una vida errante durante la convulsa etapa de la Guerra Civil y la posterior contienda mundial (Marruecos, Italia, París). Y tras estas experiencias, a un posterior repliegue, marcado por un misticismo de inspiración teosófica, en una España en la que ya no encajaba, ni en los cauces oficiales, ni en los grupos artísticos que fueron surgiendo en sus márgenes; un “solitarismo”, como ella lo llamaba, permeado constantemente por la incertidumbre —también económica— y la soledad, desde el que no dejó de trabajar ni un solo día, aun cuando acuciada por sus propias tensiones no resueltas.
       Si los Cuadernines trazan por sí solos el retrato interior de la artista, al menos hasta donde éste, siempre escurridizo, se presta a ser observado, los ensayos de Sánchez Santiago ponen en relación la compleja mentalidad y los hechos relevantes en la vida de Delhy Tejero con el contexto histórico y artístico en el que le tocó vivir. Aflora así toda la variedad de estilos a los que la pintora se asomó: desde una juventud cercana al surrealismo y el cubismo pero que nunca abandonó la esencia de la forma, pasando por la abstracción emparentada con la espiritualidad kandinskiana y hasta una reinterpretación del costumbrismo en las figuras castellanas tradicionales, sin olvidar la obsesión por el autorretrato —la autoafirmación de quien se acercaba con horror a la vejez— o la fusión de las corrientes anteriores en concepciones personalísimas, tales como el “ingenuismo” o el “perlismo”.

Tomás Sánchez Santiago en 2018

Sin caer en ningún momento en un exceso de catalogación, Sánchez Santiago se acerca a Delhy Tejero desde la historia, la estética y la psique. En los vaivenes de una trayectoria no siempre bien entendida, devana con rigor y sin estridencias el hilo conductor que, a la manera de los pintores del movimiento Der blaue Reiter (paralelismo muy acertado, a mi entender), aspira a comunicar en la pintura ese universo interior arquetípico, ensimismado, rescatado como unidad anímica de entre los restos del naufragio existencial de un mundo incomprensible en su dolorida contemporaneidad. Así se refiere, por ejemplo, hasta en dos ocasiones, al siguiente cuadro, María Dolores, de 1954:
 
…representa a una muchacha de pie con una armónica en los labios y una postura ajena a las expectativas de lo que se entiende por una pose. El tratamiento simbólico de la obra —un aura de pájaros y arpegios— se halla dispuesto en consonancia con la propia figura, que presenta dos verticalidades diferentes (sombra o luz, adorno o lisura en la falda, gracia o tensión en la carga de la postura). ¿No es también en este sentido la obra de Delhy un reflejo de su espíritu, como ocurre con los grandes artistas cuando expresan un mundo interior en el cuadro, en el poema, en la sinfonía? (pág. 35)
 
…una muchacha retratada en una graciosa actitud de ensoñación, de despreocupación, sin asomo de marcialidad ni tensión en su postura, toca una armónica (y repárese, por cierto, en el nombre de este instrumento). A esa música acuden pájaros blancos y negros, rojos y azules que la rodean sin recelo, totalmente confiados, encantados y suspensos. Hay en el cuadro un aliento de elevación marcado por las rayas del vestido y por la insinuación de unas escalas musicales en fuga que ascienden, como sin duda asciende la melodía, hacia lo alto, más allá de los propios límites del cuadro, hacia una verticalidad que escapa por una altura misteriosa. Es, naturalmente, el mito de Orfeo; la posibilidad del apaciguamiento por medio del arte. (pág. 178)
 
         Escritos en distintos momentos y para diferentes ocasiones, los textos de Sánchez Santiago presentan, como la pintura de Delhy Tejero, una unidad no evidente en la superficie. Ofrecen pistas al lector para una manera de mirar sus creaciones que amplía y ubica en unas coordenadas espacio-temporales concretas la voz íntima de los Cuadernines. Trasladan las palabras de Elias Canetti sobre los diarios a los lienzos, cuando éste último afirma en La conciencia de las palabras: «En todo diario digno de este nombre hay siempre una serie de obsesiones, conflictos y problemas privados que reaparecen constantemente. Se extienden a lo largo de una vida, confiriéndole su peculiaridad. Quien logra superarlos, nos da la impresión de haberse extinguido. La lucha con ellos es tan necesaria como la tenacidad que los caracteriza». Algo parecido expresó el novelista Patrick Modiano en su discurso de recepción del Nobel, cuando se refirió a los episodios traumáticos como motor creativo para todo artista.
         Delhy Tejero no podía curarse de su “enfermedad” porque ésta consistía, con todas las luchas internas que le generaba día tras día y frente a una realidad vertiginosamente cambiante al principio e insoportablemente estancada después, en la fidelidad absoluta a su propia idea del arte. Por desgracia, ello contribuyó a que su obra se dispersara y su figura cayera en el olvido. Con Delicada Delhy, Sánchez Santiago nos la devuelve completa, alejada de los tópicos y de las tentaciones de llevarla adonde nunca estuvo ni quiso estar. Lectura imprescindible no sólo para quienes deseen indagar en la obra de Delhy Tejero, sino para cualquiera interesado en el arte de las vanguardias, en la poesía que éste contiene, y en sus hijos —a menudo hijas— inexplicablemente inadvertidos.

(Publicado en El coloquio de los perros, 26 de febrero de 2021).

Natalia Carbajosa
Natalia Carbajosa. Foto de Pablo Sánchez del Valle/AGM

Pedro Calbarro: “Me gusta cambiar de tono y de tema, contar historias dispares”

“Soy de mente inquieta, siempre me están viniendo ideas y el microrrelato me permite plasmarlas en el papel según llegan”

por Susana Arizaga

A este zamorano maestro de profesión la afición por la escritura le acompañó siempre. Amante de la literatura comenzó escribiendo libros infantiles y terminó anclando en el microrrelato “más acorde con mi formación y mi personalidad. Me atraía decir mucho con pocas palabras la magia y lo complicado que es deja al lector que imagine y concluya que lo viva a su manera”. Tres años después de publicaciones colectivas nace Cuando el diablo no sabe qué hacer, su ópera prima que reúne 90 microrrelatos.

Pedro Calbarro en Zamora, febrero de 2021

–¿Por qué elige el microrrelato para contar sus historias?

–El microrrelato es un género que me permite cambiar de tema con rapidez, variar el tono, el momento histórico, los personajes… Soy de mente inquieta y siempre me están viniendo ideas diferentes, así que de esta manera me puedo permitir contar historias dispares según se me van ocurriendo.

–Se da a conocer hace tres años, ¿la escritura siempre estuvo presente en su vida como actividad?

–Ya en la universidad gané un premio de relatos cortos, y tengo redactados, desde hace tiempo, cuentos que permanecen guardados en un cajón esperando su oportunidad, así que sí, me gusta escribir desde hace mucho tiempo.

–¿El pudor o el miedo pudieron más que esa necesidad de contar lo que uno imagina hacia el exterior?

–Ni pudor ni miedo, ha sido un proceso en el que poco a poco he ido creyendo más en mí. A ello han contribuido tanto mi hermano como mi mujer, a los que les estoy muy agradecido.

–En sus obras se atreve con todos los géneros, ¿en estos 90 microrrelatos predomina alguno?

–Quizá lo que más predomina es la intriga, la tensión.

–¿En cuál se siente más cómodo?

–Tengo una compañera que dice que algunos de mis relatos acaban de forma trágica, pero creo que esto no es así. Escribo sobre la vida, y aunque todos desearíamos que la vida tenga un final feliz, la mayoría de las veces no es así. Pero en mis narraciones suele haber un final inesperado, abierto, algún giro. Es una de las características del microrrelato.

–¿Cómo elige la temática en torno a la que girará ese pequeño relato?

–Algunas veces la situación actual, dependiendo de si me indigna y o me agrada. Otras veces, sencillamente, me viene la idea a la cabeza, es una inspiración.

–La vida cotidiana ofrece miles de posibilidades, ¿es de los escritores que lleva su libreta y toma notas de esa realidad para incorporarlas o recrearlas en sus trabajos?

–Pues no lo hago, pero debería. Recuerdo un día en que me vino la inspiración mientras me duchaba y tuve que salir corriendo para ponerme a escribir. También ha habido casos en los que se me ha ocurrido alguna idea en la cama medio dormido, y aunque intento recordarlo, a la mañana siguiente lo he perdido. Ahora mismo tengo en la cabeza tres posibles relatos, y debería apuntarlos, porque corro el riesgo de olvidarlos.

–Bebe de los grandes como Edgar Alan Poe, ¿qué influencia se deja ver en sus creaciones?

–Es cierto que algunos relatos tienen una temática fantástica, me gusta hacer que ocurran cosas inverosímiles. También me gusta utilizar la cultura y los escenarios ingleses. Tengo la especialidad de inglés y tanto el idioma como el país me atraen mucho. He desarrollado proyectos educativos sobre cultura inglesa. Posiblemente de esta formación venga la influencia que aporto a bastantes de mis creaciones.

–Sus lecturas incluyen las fábulas siempre con una lección que aprender, ¿también hay “moralejas” en sus escritos?

–No, no pretendo decirle a nadie cómo debe actuar ni cuál es el camino a seguir. Aunque hay relatos en los que los animales hablan o actúan como seres humanos, el sentido del microrrelato es dejar los finales abiertos para que el lector saque sus propias conclusiones y le ponga el final que desea. Si se siente atraído por un final feliz o por uno ruin, es cosa suya, no mía.

–¿Elegiría alguno en concreto como más representativo de su forma de contar y construir situaciones?

–El Tendero. Es el relato que me dio confianza y supuso el inicio de la aventura de escribir este libro. Gané con él, para mi sorpresa, el primer premio del certamen de microrrelatos de la Feria del Libro de Zamora de 2017, fue mi primer galardón.

–¿Ese premio le dio el impulso para publicar?

–Fue como un comienzo en esta aventura del libro. Ese cuento me salió en media hora, aunque después hay que perfilarlos.

–¿Cuál era el argumento?

–Hablaba de una niña de la España de la posguerra, sobre su visión del conflicto. El señor Juan, el tendero, había fallecido y cuento cómo fue esa muerte y la relación que tenían ambos.

–¿Siempre escribe con tanta rapidez?

–No, a veces la idea viene clara y fluye sola, otras hay que darle vueltas, sobre todo, es difícil cuando se limitan las palabras a mil o dos mil y hay que recortar, tienes que decir mucho en pocas palabras. Tengo relatos de una o dos líneas, y ya explican la idea.

–¿Nunca tiene la sensación de que queda algo por decir?

–No. Por su brevedad se empieza en el nudo y el desenlace se deja abierto. Hay uno en el libro con el final totalmente abierto.

–¿La novela aterra o está trabajando en algún proyecto?

– ¿Aterrar? No, solo que aún no me siento cómodo en ese género. De todas maneras, poco a poco estoy escribiendo algo. Ya llevo terminados varios capítulos. No sé si lo acabaré, pero mientras tanto sigo con mis microrrelatos.

(La Opinión-El Correo de Zamora, 8 de febrero de 2021)