«EL SECTARISMO Y LA BANALIDAD HAN INUNDADO LAS REPISAS DE LAS LIBRERÍAS»
Carlos Jover presenta mañana en la terraza de Es Baluard Bajo las sábanas, obra no sujeta a los géneros canónicos que reflexiona sobre el estado de las cosas.
Marcos Torío
Carlos Jover escribe en los márgenes de los géneros: los hibrida o ignora sus costuras desde el convencimiento de que, si existen cánones y etiquetas, están para superarlos. Reivindica para la literatura «el mismo nivel de autonomía» que despliega el arte, cuya dependencia de la realidad «fue volada por los aires hace más de un siglo» y permite que, «sin ningún trauma», los artistas creen «con un lenguaje autónomo» sin tener que atender a la realidad.
Jover cree que desde el realismo sucio y el neoperiodismo norteamericano de la segunda mitad del siglo XX «se ha producido una vuelta atrás» en las letras. Con ese escenario, «la poesía estaría en esa línea de búsqueda de autonomía, y la narrativa, como su mismo nombre indica, en otra». Bajo las sábanas (Los Papeles de Brighton), la obra que presenta mañana en la terraza de Es Baluard a las 20 horas -con la participación de Mercedes Estarellas y Juan Luis Calbarro-, es el resultado de unir ambas direcciones -«o, al menos, un intento»-; en definitiva, «algo difícil de clasificar».
Si en El espíritu de cristal (2010) había más estructura, Bajo las sábanas se caracteriza por la «reflexión libre» y la necesidad de liquidar cuentas: «Es algo que está muy bien, le deja a uno muy satisfecho. Lo recomiendo, de verdad», confiesa Jover, que empezó a escribir el libro «buscando trasladar al lector determinadas sensaciones, sumergirlo en un espectro emocional sin que tuviese nada que ver con que fuese el resultado de un cuento o una narración». Así, los capítulos disparan al lector el sentimiento de asco genérico, amargura, ceguera o soledad sin fundamento preciso, «como cuando una de esas tardes de otoño le cae a uno encima una losa de niebla que no logra explicar».
Por eso, «entre la literatura del músculo» -la poesía como raíz- y la de la «obsesión por la estructura», Jover se inclina hacia la primera con imágenes literarias -¿o eran directamente poéticas?- que se alimentan «del mismo núcleo que los sueños».
El ejercicio implica, pese a nacer de las tripas, una limitación a la palabra. «Me he resignado en el territorio del lenguaje cuando lo que procede, supongo, es pasar a cometer acciones más contundentes, más materiales, más ajustadas al campo de la violencia», revela sobre su aportación al razonamiento crítico, que no se circunscribe a una esfera y que afecta, entre otras, a la cultura. «Ahí resulta más patético que en ninguna otra la terrible lacra del pensamiento único ahora imperante, que hace contemplar a quien no piensa como uno, no como alguien interesante que hay que respetar y con el que es posible debatir para incluso ajustar nuestros propios razonamientos, sino como a un enemigo que eliminar sin contemplaciones y de manera urgente. El sectarismo y la banalidad han inundado las repisas de nuestras librerías».

(Publicado en El Mundo-El Día de Baleares, 9 de abril de 2014)
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